Conciertos
BOS 13
Jaime Martín, director
Jesús Torres (1965): Tres pinturas velazqueñas*
I. La Venus del espejo
II. Cristo crucificado
III. El triunfo de Baco
Jean Sibelius (1865-1957): Concierto para violín y orquesta en re menor Op. 47
I. Allegro moderato
II. Adagio di molto
III. Allegro, ma non tanto
Ray Chen, violín
Dmitri Shostakovich (1882-1971): Sinfonía nº 15 en La Mayor Op. 141**
I. Allegretto
II. Adagio
III. Allegretto
IV. Adagio, Allegretto
* Obra encargo de la Fundación SGAE y la AEOS
** Lehenengo aldiz BOSek – Primera vez por la BOS
FECHAS
- 19 de abril de 2018 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 20 de abril de 2018 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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La última de las sinfonías
Cada dos años la Fundación BBVA y la AEOS (Asociación española de orquestas sinfónicas) anuncian la obra premiada en el concurso de composición que organizan al alimón. Quien gane –si es que alguien gana, que ya ha pasado que quede desierto- se lleva una doble alegrón, en realidad treinta alegrones.
El primero, o el más inmediato, es el montante del premio: 18.000 euros. Las otras veintinueve alegrías residen en el compromiso por parte de todas las orquestas asociadas de programar la pieza premiada en sus temporadas respectivas.
Jesús Torres (Zaragoza 1965) ha sido el galardonado en la octava edición de dicho premio con Tres Pinturas Velazqueñas y, cumplidores, esta noche podremos escucharla. Música con la tinta todavía fresca que el propio autor describe en los siguientes términos:
“Obra escrita en 2015 sobre tres lienzos de Velázquez: La Venus del espejo, Cristo crucificado y El triunfo de Baco, y de una duración de quince mmutos
En La Venus del espejo el juego de reflejos, de extrema delicadeza, de Ia pintura se proyecta en este pimer movimiento en un constante fluir de diversos motivos en permanente ebullición con sus múltiples ecos y ramificaciones. Sensualidad y poesía de la imagen veIazqueña que se revela musicalmente en estructuras definidas, Iuminosas, en ocasiones y difuminadas, esfumadas, en otras.
Cristo Crucificado, segundo movimiento de este tríptico orquestal, en el que Ia serenidad y clasicismo aparente del cuadro no ocultan la trágica imagen del cuerpo de Cristo, de una intensa emoción. En su traslación sonora se recorren caminos que van desde eI sombrío y dramático comienzo basta el acelerado -y turbulento – pasaje central, para concluir en un místico y desoIado final.
Termina la obra con EI triunfo de Baco, donde el episodio mitológico de la clásica escena orgiástica, en este caso cercano a la parodia en su contraste entre dioses y pícaros, da Ia posibilidad musical de pensar en la ligereza, en la utilización de un material claramente perceptible y recurrente (así ocurre en este caso), como es la celula de seis notas que genera buena parte de esta sección y que aparece completa, fragmentada o pulverizada en una miriada de mixturas tímbricas y armónicas”.
Tres Pinturas Velazqueñas, dedicada a José Luis García del Busto, fue estrenada el 10 de octubre de 2016 en el Auditorio Nacional de Madrid por la Orquesta de Cadaqués, bajo la batuta de Vasily Petrenko.
La obra cuenta con una orquestación transparente. Torres cree sobre todo en una obra de arte comunicativa, de emociones y de expresiones. La música no ha de rendir cuentas tanto a la partitura o a las grandes escuelas heredadas del siglo XX como a la audición. Y quien habla de audición habla de oyentes; y esos somos nosotros. Torres ha escrito, nos ha escrito, una obra emocionante.
Exactamente un siglo antes de Jesús Torres, aunque un poquillo más al norte, nació otro de los autores invitados a nuestra velada: el finlandés Jean Sibelius (1865-1957). De él escucheremos su célebre Concierto para violín y orquesta en Re menor op. 47.
Todo compositor digno de tal nombre conoce al dedillo cuáles son las características principales de la escritura para este instrumento. Algo obligatorio si tenemos en cuenta que los violinistas suponen casi la mitad de la población del planeta Orquesta. Por defecto la voz con la que se escucharán sus ideas musicales. No es raro, por tanto, que algunos de los grandes conciertos para violín hayan sido escritos por autores que no habían estudiado propiamente el instrumento: Mendelssohn, Brahms, Tchaikovsky, Prokofiev… Los consejos de algún solista cercano y una buena intuición bastaban para crear una obra maestra.
En otro redil tenemos a los compositores que, ellos sí, conocían de primera mano el violín. Bien por haberlo estudiado en su juventud, bien por ser su medio de vida. Vivaldi, Bach, Mozart, Viotti, Beethoven, Spohr, Kreutzer, Vieuxtemps… Entre todos ellos escribieron una tonelada de obras solistas.
Y entre ellos apareció Sibelius, ya en el tiempo de descuento, y comenzó a escribir en 1902 el último gran concierto para violín del siglo XIX.
Sibelius, quien había confesado en varias ocasiones que su primera vocación fue la de ser virtuoso del instrumento, organizó un lío ya legendario en torno al estreno mundial de este concierto.
La obra se hizo pensando en Willy Burmester, un solista que, antes de que su carrera internacional despegara, había ocupado la plaza de concertino en la Orquesta Filarmónica de Helsinki. Todavía en octubre de 1903 Sibelius escribía a Willy confirmando la dedicatoria y el encargo de estrenarlo. Pero una combinación entre la apretada agenda de Burmester y las prisas de Sibelius hizo que éste último no cumpliera con su palabra y que concediera el estreno, que tuvo lugar en Helsinki el 8 de febrero de 1904, al profesor del conservatorio local, el checo Viktor Nováček. La cosa salió tirando a mal.
Pero Sibelius era un compositor cuya fama estaba despegando y traspasando las fronteras en estos meses. Precisamente en 1904 su Segunda Sinfonía se escuchaba por primera vez en los Estados Unidos (compartiendo cruce del charco con Mahler), y en la cercana Alemania mostraron interés en programar el nuevo Concierto para violín. Max von Schillings, compositor a su vez y organizador de un festival en Frankfurt, pidió a Burmester la partitura para examinarla. El comentario consiguiente de Schillings fue desconcertante y desconcertado:
“El Concierto de Sibelius –no puedo ocultártelo- me ha decepcionado profundamente tras trabajar en él en profundidad. Guardo la mayor de las simpatías artísticas y personales por Sibelius, y he ofrecido con mis mejores habilidades sus Lemminkäinen, pero no puedo hacer lo mismo con el concierto. Sin duda ofrece a la parte solista una excelente e interesante tarea … pero su invención ha tenido poco efecto en mí, y algunos pasajes me han parecido sin estilo, dulzones y frívolos”.
El insensato de Burmester tranmitió la carta tal cual a Sibelius y ello, probablemente, le costó por segunda vez la posibilidad de reestrenar la versión revisada de la obra, prevista para Berlín. Finalmente se encargó Karel Halir bajo la dirección de Richard Strauss el 19 de octubre de 1905.
Burmester se enfadó como un mono y juró que jamás tocaría la pieza. Sibelius respondió redirigiendo la dedicatoria prometida a un cuarto solista, el niño prodigio de 12 años Ferenc von Vecsey.
Una pequeña guirnalda de malentendidos y catástrofes diplomáticas entre dos amigos, que no impidieron que la obra se consolidase rápida y merecidamente entre las preferidas del público.
Y para concluir la velada, la última de las sinfonías del último gran cultivador del género: la Sinfonía nº 15 op. 141 de Dmitri Shostakovich (1906-1975).
Compuesta a buen ritmo entre abril y julio de 1971, su misma escritura fue prácticamente milagrosa, dados los cada vez más acusados problemas de salud de Shostakovich, y dada la relativa parsimonia creativa del compositor en su último periodo.
La obra es un crisol de rarezas convincentes. Cuatro movimientos de longitudes muy asimétricas y un buen puñado de citas casi literales de autores clásicos (El Guillermo Tell de Rossini es la más patente). Shostakovich, sin muchas ganas de aclarar las cosas, describió el primer movimiento en diferentes foros como una tienda de juguetes, como un cuadro infantil bajo un cielo sereno, o como una protesta contra la muerte.
El estreno tuvo lugar con gran éxito en Moscú el 8 de enero de 1972 bajo la dirección de su hijo Maxim. A partir de ese momento la sinfonía pareció convertirse en el pasaporte de Shostakovich: el 5 de mayo asistió al estreno local en Leningrado, ese mismo mes la escuchó en Berlín, en octubre en Baku, en noviembre en Londres, al año siguiente en Copenhague… Una acumulación de kilómetros que escondía una desesperante incapacidad de componer. Así lo describía a su amigo Glikman en una carta del 16 de enero de 1973:
“Querido Isaac Davidovich
Casi he olvidado lo que significa estar en casa. O hago largos viajes o estoy en el hospital … Presta atención a tu salud, yo la he perdido y lo siento muchísimo … En el cerebro se me ha desencajado no se sabe qué ruedecita: tras la decimoquinta sinfonía no he compuesto ni una sola nota. Para mí es una situación terrible”.
Este periodo de sequía concluyó con una visita del célebre director Yevgueni Mravinsky el 23 de marzo. Ante las lamentaciones de Shostakovich por no conseguir escribir música y por no poder probar ni una gota de alcohol, Mravinsky le propuso saltarse las normas y brindar juntos con una copita de vodka. La ruedecita volvió a encajarse en su sitio. Al día siguiente escribía las primeras notas de su Cuarteto nº 14…
Joseba Berrocal
RAY CHEN, violín
Ganador de los concursos Queen Elisabeth y Yehudi Menuhin, Ray Chen se encuentra entre los violinistas jóvenes más fascinantes del panorama actual.
En 2017, Ray Chen firmó con Decca Classics un nuevo acuerdo de grabación y asociación multimedia. Con anterioridad, ya había publicado con Sony tres álbumes: Virtuoso, con obras de Bach, Tartini, Franck y Wieniawski, galardonado con el prestigioso premio ECHO Klassik, así como un disco con conciertos de Mendelssohn y Tchaikovsky junto con la Orquesta de la Radio de Suecia y Daniel Harding. Su tercera grabación, dedicada por completo a Mozart, junto con Christoph Eschenbach y la Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein, se publicó en enero de 2014.
Ray Chen ha actuado junto con algunas de las principales orquestas del mundo, entre ellas, la Filarmónica de Londres, la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos y la Orquesta Nacional de Francia. Asimismo, cabe destacar su debut en 2016 en los BBC Proms, junto a la Orquesta Sinfónica de la BBC en el Royal Albert Hall de Londres.
Nacido en Taiwán y criado en Australia, Ray Chen fue admitido con 15 años en el Instituto de Música Curtis, donde estudió con Aaron Rosand y recibió el apoyo de la organización Young Concert Artists. Toca el violín Stradivarius Joachim de 1715, prestado por la Nippon Music Foundation, y que fue propiedad del famoso violinista húngaro Joseph Joachim.
JAIME MARTÍN, director
Tras una intensa carrera como solista de flauta, Jaime Martín accedió al mundo de la dirección orquestal de la mano de Sir Neville Marriner, quien lo presentó en una gira conjunta por España con la Orquesta de Cadaqués en 2008.
Desde 2013 es el director principal y artístico de la Orquesta Sinfónica de Gävle; director titular de la Orquesta de Cadaqués desde febrero de 2011 y director artístico del Festival Internacional de Santander desde 2013.
Ha dirigido, entre otras, a la Philharmonia Orchestra, la London Philharmonic Orchestra, la Academy of Saint Martin in the Fields, la Orchestre Philharmonique de Radio France, la Orchestre National du Capitol de Toulouse, la Orchestre National de Lyon, la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya, la Sinfónica de Galicia y la Sinfónica de Tenerife.
Entre sus compromisos operísticos se incluyen el debut en el Festival de El Escorial y la Quincena Musical de San Sebastián (2012) con La flauta mágica de Mozart, y El barbero de Sevilla de Rossini con la ENO en Londres (2013), donde regresó con Las bodas de Fígaro de Mozart (2014).
Tiene numerosas grabaciones con la Orquestra de Cadaqués (Schubert, Montsalvatge, Halffter, Beethoven) y con la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (Toldrà, Granados, Lamote de Grignon, Albéniz…) para el sello Tritó.
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W. A. Mozart
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F. Schubert
Sinfonía nº 4 en do menor D. 417 «Trágica»
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Lorenza Borrani, violín-directora
